A casi un mes de la tragedia, la zona cero del Jet Set hoy es un espacio casi desolado.
Lo que inicialmente surgió como un santuario improvisado para el duelo colectivo, adornado con flores y velas, se ha transformado en un paisaje marcado por el silencio y la casi total ausencia.
Casi un mes después de la tragedia, la zona cero del Jet Set se ha convertido en un espacio desolado.
Durante los primeros días, familias y amigos de las víctimas acudían con ofrendas. Traían fotografías enmarcadas de sus seres queridos, ramos de flores frescas y velones encendidos, todo dispuesto en torno a la esperanza de que el recuerdo se mantuviera vivo.
Sin embargo, al visitar el lugar, un equipo de este diario pudo observar evidencias del descuido. Las flores han perdido su frescura, marchitadas por el sol; los velones están consumidos y la acera oscura por la cera derramada.
En medio de este panorama, una Biblia permanece abierta en el Salmo 91, una página que alguien eligió quizás buscando consuelo. Nadie parece haberla tocado desde entonces. La gente observa, pero sigue su camino; la pequeña congestión vehicular que antes se formaba ha desaparecido.
El silencio es tan profundo que envuelve todo el lugar. Algunos de los escasos curiosos que se detienen se preguntan qué sucedió, al notar una puerta de la discoteca que da hacia una estación de gasolina, la cual aparece “forzada desde afuera”, según comentan los lugareños.
Entre los pocos visitantes de este martes se encontraba Julio Rojas, quien le dijo al LISTÍN DIARIO que perdió a varios amigos esa noche. Mientras recorría el lugar, señalaba y compartía su teoría sobre lo que pudo haber llevado a la tragedia, fruto de su experiencia en el tema: “tal vez nunca repararon las filtraciones”.
Rojas terminó diciendo, casi para sí mismo: “Son cosas de las que es difícil encontrar culpables”. También estaba allí Alexis Lara, quien perdió a sus jefes y esta es su segunda visita al lugar. La primera fue para localizar el vehículo en el que se trasladaban las víctimas el día del incidente, Luis José Santana y Dinanliris Feliz.
En la zona cero, el olvido comienza a asentarse. Hoy, las flores frescas se cuentan con los dedos de una mano. Nadie las recoge, nadie barre los restos, nadie cuida el espacio.
El Jet Set, que durante décadas fue un símbolo de fiesta, encuentros y felicidad, ahora se erige como un recordatorio amargo de la fragilidad de la vida y de la rapidez con la que una ciudad puede pasar la página. Lo que queda son ruinas, algunos rostros impresos en papel con la tinta corrida por las lluvias y muchas preguntas que aún esperan respuestas.
Con información de | listindiario.com
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